Aunque el buen presente del bitcoin, la proximidad de un ciclo alcista y la posibilidad casi segura de que BTC se convierta en la nueva estrella de los fondos de inversión de Wall Street en 2024, disparando su cotización hasta valores insospechados, ilusiona a todos por igual. Tanto entre los bitcoiners como en el mundo cripto existen profundas diferencias, una grieta abismal que tal vez el tiempo nunca pueda cerrar.

Esta grieta se abre paso entre la idea para la que se creó bitcoin y el uso posterior que tuvo a lo largo de los años, que en muchos casos iría en contra de los fundamentos de su génesis.

Bitcoin lleva dentro de sí, para entenderlo fácilmente, una ideología liberal libertaria: una moneda digital, internacional, sin fronteras, de emisión limitada y autocontrolada, que no es inflacionaria, que no tiene dueño, ni país, ni bandera, ni central. Banco que lo controle, ni un sistema bancario que medie entre los usuarios y la moneda.

Bitcoin es, en todos los sentidos, libertad monetaria. Gestionado por una red descentralizada (la blockchain) donde no hay un servidor central que controle BTC, sino miles de servidores distribuidos entre usuarios de todo el mundo, los famosos mineros, que garantizan su trazabilidad.

Bitcoin es la liberación del ciudadano de la manipulación de la moneda por parte de los poderes en el poder y al mismo tiempo, es la soberanía sobre el propio poder adquisitivo ahora en poder de los ciudadanos, de los usuarios. Es exactamente lo contrario del dinero, tal como lo conocemos hoy.

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Toda la criptocomunidad respalda estos principios, pero cuando se trata del uso de bitcoin, la grieta comienza a abrirse. Una discusión ideológica y utilitaria, cuya mayor paradoja es que BTC se ha beneficiado de ambos lados de la grieta.

Moneda de pago versus moneda de reserva y especulación

Los bitcoiners más ortodoxos defienden y promueven el uso del bitcoin como moneda de cambio que permite comprar y vender cualquier cosa,

No les importa si bitcoin vale hoy 40.000 dólares o 100.000 dólares, porque para ellos el dinero debe ser reemplazado por BTC. No están interesados ​​en el precio de bitcoin en el mercado de criptomonedas ni en ganar dinero. Para ellos, el dólar y cualquier otro billete es fondo de pantalla.

Ese pensamiento no es un engaño. El premio Nobel de Economía Paul Krugman, duro crítico del bitcoin, calificó hace unos días al dólar como “un papel verde sin valor intrínseco”, en su columna del New York Times, donde se refirió a la Fenómeno del nuevo presidente argentino, Javier Milei.

Estos bitcoiners, incluso, miran con reservado desprecio al resto de criptomonedas, a las que califican de malas copias de bitcoin y las consideran prácticamente estafas en marcha, porque aseguran que no tienen las virtudes de BTC a pesar de que funcionan en un red blockchain.

Descentralizado versus centralizado

La descentralización es un elemento fundacional del bitcoin porque permite que este sea gobernado no por nadie en particular, sino por sus usuarios y que no haya intermediarios. Es garantía de libertad y es posible gracias al blockchain.

Un bitcoiner legal rechaza rotundamente cualquier tipo de organización centralizada, pero la comunidad es gestionada mayoritariamente por estas organizaciones.

El caso es que el despegue masivo del criptomercado bitcoin y criptomonedas fue, herejía, a instancias de modelos centralizados, que avanzaron con estrategias de negocios globales y corporativos a diferencia de los descentralizados.

Por ejemplo, los intercambios de cifrado que aparecieron por primera vez eran un servicio que se ofrecía a las personas para que pudieran comprar y vender bitcoins con dinero. Al principio eran descentralizados, es decir, cada persona operaba sus bitcoins desde su criptobilletera.

Pero luego llegaron los exchanges centralizados, los exchanges con un propietario o accionistas, donde cada persona opera desde el propio exchange y la custodia de los bitcoins queda en manos del exchange, si el cliente lo acepta y ya no en su criptobilletera.

Hoy en día existen intercambios descentralizados y centralizados, pero estos últimos dominan completamente el mercado. Según la lista de coingecko.comDe los 100 principales intercambios de criptomonedas por volumen diario, los primeros 80 son intercambios centralizados, y solo 12 intercambios descentralizados aparecen en los últimos 20.

Así fue como miles de personas perdieron sus criptomonedas y ahorros en las dos crisis criptográficas de 2021, cuando FTX, el segundo mayor intercambio del mundo en ese momento, y Celsius, la plataforma centralizada de criptofinanzas más grande de Estados Unidos, quebraron.

En ambos casos, los ahorros y las inversiones de los usuarios estaban en manos de esas plataformas y no en sus propias carteras criptográficas en el momento de la quiebra.

Esta gran antinomia queda muy reflejada en las siglas utilizadas en el mundo cripto: DEX (Decentralized Exchange) vs CEX (Centralized Exchange); DeFi (Finanzas Descentralizadas) vs CeFI (Finanzas Centralizadas), DAO (Organizaciones Autónomas Descentralizadas) vs CAO (Organizaciones Autónomas Centralizadas), entre otros.

Autocustodia y autogestión versus intermediación

Esta disputa en el mundo cripto nos lleva al primer mandamiento de un bitcoiner o inversor en criptomonedas: “Tus claves, tus criptomonedas” y se refiere a la autogestión y autocustodia de los bitcoins en la propia criptobilletera.

Este mandato establece que si siempre tenemos nuestros bitcoins en nuestras wallets o criptobilleteras, no hay peligro de perder las criptomonedas, ya que para manipularlas necesitan nuestras claves, es decir nuestras claves, para poder acceder a nuestras cripto.

Sin embargo, aquí tenemos otra grieta profunda, porque mientras se proclama este mandamiento, hay otro sector del criptomundo que no solo desarrolló intercambios centralizados, sino que también promovió criptobilleteras de custodia, que mantienen bajo su poder las criptomonedas de sus clientes, ofreciendo esto servicio para que la persona no tenga que lidiar con una billetera.

Anonimato versus visibilidad

Uno de los valores y derechos más apreciados y por los que luchan los bitcoiners es el anonimato que ofrece bitcoin. Cuando operas con bitcoin no operas con tu nombre y apellido sino con dos claves: una pública, que es como la dirección de tu criptobilletera, y otra privada, que utilizamos para manipular nuestras criptomonedas.

Sin embargo, los intercambios centralizados y similares no cultivan el anonimato. Por el contrario, exigen todos los datos del cliente, incluida la huella digital, como condición para abrir una cuenta y poder utilizar el intercambio.

Esta forma de operar tiene un claro sentido comercial, pero también es una condición que los gobiernos están estableciendo para permitir que algunos intercambios operen dentro del sistema.

Esta práctica es aborrecida y rechazada de plano por la criptocomunidad, que considera la identificación como una intromisión comercial y una acción persecutoria por parte del Estado.

Antisistemas vs. institucionalizados

La llegada del bitcoin a la Bolsa de Nueva York, al negocio de los fondos de inversión, también ha desatado una importante grieta con aguas muy divididas.

Un sector de la comunidad bitcoin, que ve con buenos ojos la institucionalización de BTC, celebra porque cree que el precio aumentará, bitcoin jugará en las grandes ligas, se desencadenará un superciclo alcista e impulsará la adopción definitiva a nivel mundial.

Pero hay otro sector que está en contra. Cree que este proceso alejará al bitcoin de los ciudadanos comunes y corrientes y su uso cotidiano será acumulado por grandes corporaciones y capitales que lo concentrarán para su propio beneficio.}

Bitcoin, creado para operar libremente fuera del sistema económico, los centros de poder y el establishment, quedaría con esta institucionalización a través de ETF, en manos y control de los poderosos del mundo.

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